HIBERNACIÓN
ESTIVAL
Los
pájaros se presentan con sus mejores honores, vestidos de prolongadas horas de
luz y temperaturas ideales para que las gotas de agua salten felices de ser
refresco vital.
Es
tiempo sin tiempo, de ritmos pausados que conocen el valor de las sombras que
genera la incandescente esfera en su ahora prolongado viaje desde el este hasta
el oeste.
No,
no me equivoqué con el título, prometo desvelar el contraste térmico e íntimo
al que os invito.
El
verano es época de lograr el estado de mayor equilibrio de increíbles logros,
con los mínimos gastos energéticos. Es tiempo de lecturas iluminadas e
iluminadoras con los tesoros descubiertos en el último viaje por El Retiro de
los libros.
Es
tiempo de permitir que Vivaldi y Verdi tomen el gobierno de mis humores
sanguíneos a ritmo de bellas pasiones en mi propia clave.
Es
tiempo de que el pulso sea inmune a las aceleraciones de la gélida decepción
que se empeña en imponer su ley fuera de los márgenes tolerados.
Es
tiempo de fabricar tinta de fortalezas feroces gestadas en este estado de
quietud inalterable.
Es
tiempo de impedir el paso a los forajidos del amor que aniquilan con sus desatinadas
heladas el flujo del Universo.
Es
tiempo de escuchar el mar que acude para acariciar mi cuerpo yacente mientras evita que me alcancen los contaminantes disfrazados con sus mejores galas.
Es
tiempo de reducir las inhalaciones oxigenantes para apreciar el incalculable
valor familiar de quien nos regala nuestra dosis específica de risas chispeantes en el único proceso
que nos mantiene.
Es
tiempo de que el corazón sobreviva a la glacial asepsia sentimental, generando
paredes sólidas que no se derritan con los vapores sulfúricos de los que gustan
de tropezarse siempre con la misma piedra.
Es
tiempo de recargarse sin cargarse, tiempo de evolución interior, de permitir que penetre el O2 preparado en exclusiva para mi
uso y disfrute.
Es
tiempo de un hasta luego, de colgar el cartel de hibernación vital del alma.
Porque
hibernar en dejarse hacer por nuestra propia Naturaleza que puede transitar el
camino de la sabiduría si entiende las inclemencias meteorológicas y confía
en la homeostasis del ser humano.
Hibernar
es aprender a no ser un ente contaminante para la Tierra que habito y con quien floreceré oxigenante la próxima primavera.
Hibernar
es latir a golpe de renovación sostenible que me procura la infraestructura
coyuntural de mi metamorfosis oculta.
Hibernar
es permitir que mis células logren los máximos con los mínimos, sin edulcorantes
del ego que desencadenen una diabetes existencial.
Hibernar
es crecer por dentro con lo similar para relucir de gusto por saberte en tu
propia compañía.
Hibernar
es ser autodidacta, autónomo, autor de ti mismo.
Hibernar
es hacerte un ser inquebrantable y fortalecido en los brazos de la Sabiduría
del oso que llevas dentro.
Hibernar
es permitir que por las conexiones neuronales transiten nuestros sueños.
Hibernar
es ser luna de cráteres de conocimiento, luna blanca y llena, que fulgura en mis
noches estivales.